Un conductor agresivo es aquella persona con comportamientos impulsivos e impacientes, con actitudes negativas en la conducción y que afecta al resto de los usuarios. Ejemplos de comportamientos agresivos pueden ser gritar al conductor del vehículo que tenemos delante para que vaya más rápido o no tarde tanto en aparcar, aproximar el vehículo al que tenemos delante con la intención de intimidar, incorporarnos a la carretera de forma brusca obligando a los que ya circulan que frenen, tocar el claxon insistentemente, cegar a los conductores con las luces llamando su atención, etc.
Pasamos mucho tiempo de nuestra vida al volante, probablemente más del que quisiéramos. Los espejos retrovisores y el cristal delantero de nuestro coche ya son visiones más que conocida, de las que nos podemos cansar y fatigarnos además de generar una gran cantidad de estrés debido a la constante atención que requiere la conducción.
Cuando somos agresivos al volante (dicen los estudios), es que esa característica es innata en la persona, así que si no sabíamos que lo éramos, esa es la mejor prueba.
Muchas son las causas por las que nos podemos volver agresivos, desde un problema en casa, hasta una temperatura inadecuada dentro del vehículo o llevar niños inquietos.
Así que lo mejor que podemos hacer es, respirar hondo y tomarnos la conducción con tranquilidad antes de que las consecuencias de una mala actitud al volante nos pasen factura. Además, en la medida de lo posible es bueno hacer descansos, dejando el coche aparcado en casa en vacaciones o compartiendo vehículo con el fin de no llegar a un estrés crónico.
Te dejamos aquí un vídeo ilustrativo sobre cómo podemos llegar a convertirnos en pésimos conductores. A pesar de su antigüedad no deja de ser toda una enseñanza.